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pequeño pero muy útil: tenía un par de binoculares. En el momento en que soltó al gato,
subió al segundo piso. Desde las ventanas podía ver en cualquier dirección aunque tenía
que cambiar de habitación para lograrlo. Los anteojos dominaban una distancia suficiente.
Si el gato se dirigía a la casa de los Kramer, probablemente no lo vería más, si partía en
otra dirección, entonces tendría que volver a verlo. Si permanecía a corta distancia,
jugueteando en el patio, entonces, muy probable, volvería a casa apenas lo llamara para
comer.
Mirando a fuera, se dio cuenta que estaba cayendo una fina llovizna y se preguntó si se
aproximaría una lluvia mayor. Si eso sucedía en realidad, el gato, seguramente no saldría
afuera por ahora. Los gatos odian el agua. Pero la llovizna solamente duró unos diez o
quince minutos, lo bastante para aplastar el polvo y ablandar un tanto la tierra.
Exactamente a las diez de la mañana debía cumplir fielmente su promesa, pensó,
había dicho en la mitad de la mañana, fue al salón cogió al gato del sofá y lo puso en la
puerta. La abrió ampliamente y le dijo:
- Bien Gato, ¿quieres salir un momento?
El gato entendió la acción si no las palabras. Se estiró perezosamente, sin prisa, y
caminó hacia la puerta.
Rápidamente cogió los binoculares y subió al otro piso. El gato estaba todavía en la
mitad del patio, dirigiéndose hacia el lugar donde se acababa el camino. Caminaba con
tranquilidad y sin apuro, como si se sintiera perfectamente bien al paso de un gato que
sabe dónde va pero no tiene apuro en llegar.
Probablemente se encamina donde los Kramer, pensó. Bien, si eso es lo que pretende.
todo está muy bien, quizás perfectamente bien. La actitud de la señora Kramer cuando se
lo regaló le había demostrado que encontrarle una nueva casa no habría sido empresa
fácil. Y, como con toda seguridad él no iba a abandonar un animal que había tomado bajo
su cuidado, lo habría tenido que llevar a Boston, lo cual sería una seria molestia.
Pero cuando el gato alcanzó el final de la carretera se detuvo, se volvió y miró fijamente
la casa que acababa de abandonar. Doc retrocedió inmediatamente de la ventana, pero
mantuvo enfocado al gato. ¿Después de todo, estaría dudando sobre cual casa escoger?
¿O estaba observando para ve si él lo estaba observando? Le parecía muy difícil que el
gato pudiera verlo desde esa distancia y menos ahora que había retrocedido de la
ventana.
Permaneció allí medio minuto, ¿decidiendo algo u observando si lo observaban? ¿Pero
a quién? ¿O a qué?
Entonces partió de nuevo, pero a más velocidad esta vez y no por la carretera que lo
llevaría hasta los Kramer. En vez de eso cruzó el final de la carretera y enfiló sus pasos
recto hacia el bosque. Pudo seguirlo solamente unas cuantas yardas más.
Doc dejó a un lado los binoculares y sacudió la cabeza. Después de todo, su conducta
podía ser perfectamente normal, pero...
Entonces recordó la llovizna que había caído hacía pocos minutos. Por esa razón tenía
que haber dejado huellas. ¿Por qué no seguirlas un poco y averiguar hacia dónde se
había dirigido, aunque fuera aproximadamente? Al fin de cuentas, no tenía nada
obligatorio que hacer en ese momento, y una caminata sería una agradable manera de
pasar el tiempo.
Partió inmediatamente demorándose sólo en coger el paraguas y un sombrero, por si la
lluvia empezaba a ser más violenta. Las huellas se apreciaban claramente en el terreno y
se detuvo un momento para observarlas y memorizar bien el tamaño y la forma. No quería
equivocarse y terminar siguiendo otro pequeño animal.
No fue tan fácil seguirlas cuando entró en el bosque: las hojas y los árboles y la sombra
impedían verlas claramente. La lluvia no había sido bastante fuerte como para penetrar
bajo la floresta y todos los árboles tenían al pie un círculo completamente seco.
Pero todo se le hizo más fácil cuando descubrió que el gato, cualquiera que fuera su
propósito, marchaba casi en perfecta línea recta.
Después de su descubrimiento, Doc pudo aumentar su velocidad. Simplemente seguía
derecho, aunque no viera las huellas en la tierra seca y sin preocuparse de buscarlas. El
gato tenía que estar en la dirección que iba siguiendo.
Había penetrado por lo menos milla y media en el bosque cuando notó que las huellas
se había terminado. Esto sucedió repentinamente al borde de un arroyo que no tendría
más de cuatro pies de ancho. ¿Habría saltado el gato? Saltó al otro lado y trató de
encontrar más huellas. No había nada. La tierra, a una distancia de dos o tres pies en
torno al arroyo estaba completamente seca y sin pasto. Las huellas del gato llegaban
exactamente hasta el arroyo y eran las más claras que había encontrado. Pero si el gato
hubiera saltado, las huellas debieran ser igualmente nítidas también al otro lado.
Sin atreverse a pensar lo que se le estaba ocurriendo, Doc caminó un momento a lo
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